07 febrero, 2011

Schopenhauer

  
  Extractos del atormentado 
                  
    La elegante eficacia de su pensamiento, rotulado de “pesimismo profundo”, halla trágica ejempificación, al menos, en los campos de concentración nazi como en el accionar del paramilitarismo de Estado en los conflictos latinamericanos: “Más de un hombre sería capaz de matar a un semejante, simplemente para lustrase las botas con la grasa del muerto.” He dicho elegancia, solvencia de estilo, toda vez que por sus virtudes literarias Die Welt als Wille und Vorstellung  (El mundo como voluntad y representación, según él mismo su Haupwerk, “gran obra”─ la que, entre otras cosas, resultó un rotundo fracaso editorial, al punto que, de una tirada de apenas ochocientos ejemplares muchos fueron reciclados, y nueve años después quedaban ciento cincuenta en los depósitos de la editorial Brockhaus) ha sido considerada una de las cumbres de la lengua alemana de todos los tiempos, mientras para Safranski Schopenhauer es “el mejor estilista entre los filósofos del siglo XIX”. Susana Aguiar, habiendo dicho “curiosamente parece haber tenido más influencia sobre la literatura que sobre la filosofía”, apunta también, con una "agudeza" poco menos que frívola y bastarda: “es machista a grado tal, que parece increíble en un ser intelectualmente brillante. Sus frases contra la mujer no pueden tomarse más que con humor, perdonarse y dejarlas pasar.” Esta mujer responde como mujer, no como consciencia universal, tal como cabría esperarse de un juicio acerca de semejante pensador.
   La vida de Schopenhauer estuvo particularmente signada por el desencanto. Todo parece apuntar a que su padre se suicidó cuando Arthur (Danzig, Gdansk, 22 de febrero de 1788) contaba siete años de edad. A los veinte abandona carrera de Comercio por estudios literarios. En 1809 se matricula como estudiante de Medicina en la Universidad de Gotinga, donde conoce a Gottlob Schulze, quien lo encamina hacia el estudio de Platón y Kant. En 1811 se traslada a Berlín -dos años-, donde sigue los cursos de Fichte y Schleiermacher, tan considerados entonces, y que no consiguen más que decepcionarlo. Matriculado en Filosofía, siguió cursos de Filología clásica, de Historia además de varios cursos de Ciencias Naturales. Su tesis, que le valió el título  de Doctor por la Universidad de Jana, se titula Über die vierfache Wurzul des Satze vom zureichenden Grunde (Sobre la cuádruple raíz del principio de razón suficiente.) Poco después lo tenemos de regreso con su madre en Weimar. Johanna Henriette (extrovertida, jovial, debe lidiar con la hosquedad y la misantropía precoz de Arthur) organiza notables soirées literarias, y es aquí donde Schopenhauer conoce a Goethe, que siempre admiraría, tanto como a Homero, Shakespeare y escritores de nuestro Siglo de Oro, especialmente Gracián, a quien tradujo al alemán. También a Wieland, y  Friedrich Majer, orientalista, así que entra en contacto con la filosofía hindú (doctrinas brahamánicas y budistas.)
  La relación con su madre atravesó por dramáticos rápidos y se precipitó en acantilados que podemos seguir gracias a cartas conservadas que ésta y su hermana Louise Adelaide Lavinia le dirigieron. Me detendré un poco en el derrotero de estas agitadas corrientes*: " 





    El mundo como voluntad y representación, escrita durante los cuatro años que vivió en Dresde, concluido el manuscrito en 1818, apareció en diciembre de este año, pero con fecha de 1819.
Entonces viaja por Italia y, de regreso en el verano de este año, admitido como profesor en la Universidad de Berlín (su examen de habilitación estuvo marcado por su confrontación con Hegel,“filosofastro”, le llama; también “un osado emborronador de cuartillas sin sentido como fue Hegel”, quien se hallaba en el tribunal); inicia como Privatdozent en marzo de 1820. Su labor en los claustros no duró sino seis meses, habiendo intentado infructuosamente volver a la docencia.
   En 1831 huye de la  epidemia de cólera, la misma que cobró la vida de Hegel, a Francfort, donde, recluido los veintiocho restantes años de su vida, permanece quince sin publicar. Respecto de la presentación de su memoria Sobre el fundamento de la moral, cabe destacar que, indignada por sus invectivas contra Hegel y Fichte, la Sociedad Danesa de Ciencias declara desierto el premio. Sólo hasta 1851 Parerga und Paralipomena. Kleine philosophische Schriften (en griego parerga, obras accesorias; paralipomena, suplementos o apéndices; para su biógrafo Rüdiger Safranski “escritos secundarios” y “cosas pendientes” o, según Schopenhauer mismo “pensamientos dispersos, aunque sistemáticamente ordenados, sobre diversos temas”), se constituye en su primer libro de rápida y amplia repercusión, propició al fin su consagración y gloria definitivas.
    En tiempos de realismo (bien que Abate Prévost ya había dado a conocer -1731- la precursora Manon Lescaut) Schopenhauer creyó en la novela sicológica. Su obra, de una insobornable franqueza conceptual, cree en la vigencia de la pesadumbre. Suele, como tengo dicho, rotularse su obra bajo el marbete de “pesimismo profundo.”
    “Schopenhauer (cito artículo en la Red) sostuvo que mediante la introspección era posible acceder al conocimiento esencial del yo. Identificó a este con un principio metafísico al que denominó ‘voluntad’ o ‘voluntad de vivir’ (Wille zum Leben): Denn da der ganze Mensch nur die Erscheinung seines Willens ist; so kann nichos verkehrter sein, als, von der Reflexion ausghend, etwas Anderes sein zu wollen, as man ist (Puesto que el hombre en su totalidad es sólo el fenómeno de su voluntad, nada puede resultar más absurdo que, partiendo de la reflexión, querer ser algo distinto de lo que se es: Die Welt als Wille und Vorstellung, IV, § 55.) El concepto de voluntad, en el estricto sentido schopenhaueriano, no alude a la mera facultad psíquica de querer sino que, antes bien, se refiere a un ser o esencia (Wesen) de carácter metafísico cuyo correlato sensible es el mundo fenoménico. En efecto: el mundo de los fenómenos —que a diferencia de la Voluntad está sujeto indefectiblemente a las coordenadas espacio-temporales determinadas por el principio de individuación (principium individuationis) y a la ley de causalidad—, no es más que la Voluntad misma "objetivada" que, en cuanto tal, debe ser entendida en términos de lo que Schopenhauer llama "representación" (Vorstellung). Según Schopenhauer, la voluntad —en su modo de ser objetivado— se manifiesta en todos los estratos del mundo natural, desde la simple piedra hasta el hombre, en quien alcanza su grado máximo al adquirir la forma del deseo consciente —en cuyo único caso pasa a identificarse con la noción corriente de voluntad—. En sí misma, sin embargo, la Voluntad no es otra cosa que "un ciego afán (Drang), un impulso (Trieb) carente por completo de fundamento y motivos", en otras palabras: “Bajo tales aspectos, entonces, resulta evidente que yo, con razón, haya puesto a la Voluntad de vivir como lo ulteriormente inexplicable, o más bien, como fundamento y base de toda explicación y que esta —muy lejos de ser un palabrerío vacío como 'lo absoluto', 'lo infinito', 'la idea' y demás expresiones similares— sea lo más real (das Allerrealste) que conocemos; más aún: el núcleo de la realidad misma (der Kern der Realität selbst.) En cuanto continuo deseo siempre insatisfecho, "toda vida es esencialmente sufrimiento (Leiden)" (Op. cit., IV, § 56). Cuando el hombre consigue mitigar o escapar momentáneamente del sufrimiento, termina por caer, da en el insoportable vacío del aburrimiento, y sólo oscila entre la Escila del dolor (Schmerz) y la Caribdis del tedio (Langeweile); dado que sólo es superable alcanzando una negación consciente de la Voluntad de vivir, Schopenhauer propone una huida del mundo. Mas el suicida no renuncia a la vida en sí misma, sino a la que le ha tocado vivir en condiciones desfavorables.”
   Arthur Schopenhauer murió el 21 de septiembre de 1860 en Francfort del Meno. Me atrevo a llamarle padre natural del spleen.
Leo Castillo

(Empleo esta locución -extracto- en el sentido de substancia, esencia; por tal me restrinjo a ofrecer semejante sabiduría en bien dosificados adarmes.)
Stanislas Valois Aragon


                    Extractos

Tengo derecho a mentir toda vez que se me pregunte algo sin mi autorización, en lo que atañe a mi persona o a los míos.

Se me hace placentero vivir con  mi perro. Si no hubiera perros no me interesaría vivir.

Cristo dijo “ama a tu prójimo como a ti mismo”, jamás hubiera dicho “ámate como a tu prójimo”, porque sabemos que eso sería pedir muy poco.

La Naturaleza concedió al hombre el poder de determinar su vida según su deseo, para no tener que ser como las bestias. De este modo, no necesita vivir todo el tiempo que pueda, sino todo el que quiera.

La zoofilia degrada  a la naturaleza humana, es un pecado abstracto contra la especie. De ninguna manera es un pecado contra tal o cual hombre. 

Ni el mundo es una chapuza para nuestro uso ni los animales son un producto de fábrica para nuestra utilidad.

El hombre no debe compasión a los animales, sino justicia.

El hombre ha hecho de la Tierra un infierno para los animales.

El culpable, en el momento de su ejecución, debe sentirse tratado razonablemente y con justicia, como un simple medio y no un fin. Este es el único medio de conservar la ley, de poner en funcionamiento su fuerza para aterrorizar, lo cual es su único fin.

La honradez que emplean los hombres para relacionarse y la firmeza que informa su vida, en realidad está causada por una doble violencia: las leyes establecidas que aseguran la protección del Estado y la necesidad expresa de tener buena reputación.

En el hombre, el eje principal de su acción, de sus deseos, es la propiedad.

La fe en una recompensa futura equivale al cuadrado o al cubo del sacrificio, por no mencionar otros actos egoístas.

Existen hombres honrados, tal como existen tréboles de cuatro hojas.

Debemos ver entre la cantidad de hombres que nos rodean obligados a respetar la paz entre las relaciones mutuas, a tigres y lobos con mandíbulas retenidas por un bozal poderoso.

Si se concibe la fuerza pública sin el bozal, un poco de inteligencia nos haría horrorizar ante el espectáculo que se ofrece.

El hombre, como todos los animales, tiene como motivo fundamental el egoísmo, es decir, el deseo de estar bien.

Domesticar no es otra cosa que implantar un temor que actúa por medio de la costumbre.
  

El egoísmo en el hombre y en las bestias está tan arraigado en el centro de su ser que constituye su propia esencia.

La urbanidad es negar convencional y sistemáticamente el egoísmo en los pequeños detalles de los actos cotidianos, es una hipocresía admitida, pero no por ello menos impuesta o alquilada.

Más de un hombre sería capaz de matar a un semejante, simplemente para lustrarse las botas con la grasa del muerto.

No sentimos simpatía directa por el bienestar del prójimo, en cambio sí lo hacemos por sus dolores.

Con frecuencia, los envidiosos que detestaron nuestra prosperidad se vuelven amigos tiernos y nos brindan consuelo al saber que nos arruinamos.

Cubre a tu prójimo como con un escudo contra las agresiones que intentará tu propia maldad y tu egoísmo.

El egoísmo se arraiga tan profundamente en el hombre que son los motivos egoístas los únicos con los que se puede contar seguramente para motivar la actividad del individuo.

Cuando es necesario que el hombre se sacrifique por el mantenimiento y desarrollo de la especie, se le hace difícil a su inteligencia dirigir hacia ella todas las aspiraciones individuales, comprender la necesidad del  sacrificio y comenzar a realizarlo.

La noción que tenemos de nuestro propio yo no agota al sujeto ni lo alumbra hasta el fondo.

Lo que conocemos de nosotros mismos es incompleto y desigual en profundidad, comparado con el sujeto. La mayor parte es superficial; en cuanto a lo esencial, nos es desconocido y se nos presenta como  un problema.

Los animales carecen de nociones abstractas de razón, no son capaces de tomar resoluciones por imperio sobre sí mismos. Por ello están a merced de sus impresiones y apetitos.

Los animales, aun los más pequeños, son egoístas; eso es suficiente para darnos cuenta de que tienen conciencia de su yo y la oponen al mundo del no yo.

El estado no es otra cosa que un bozal destinado a volver inofensivo al animal carnicero que es el hombre y hacerlo parecer herbívoro.
 

Que cada uno se quede con su oración, pero yo no conozco una más bella que la de los antiguos indios: “¡Que se libre de sufrimiento a todo lo que tenga vida!”

La vida aspira a un fin  moral y metafísico, esto es tan así que si la religión no lo explicara exactamente en este sentido, no conseguiría arraigo alguno.

Cuantos vivimos en este mundo al mismo tiempo, por infinita que sea la cantidad, no somos más que el mismo ser, presente en cada uno, idéntico en todas partes, verdaderamente existente y que se manifiesta en todo.

La libertad moral no es otra cosa que el libre albedrío.

Hasta en las acciones más insignificantes, sus movimientos y pasos, el hombre imprime la intencionalidad y la premeditación.

La embriaguez predispone a las pasiones al aumentar la fuerza de las representaciones sensibles, en cambio, debilita el pensamiento abstracto y acrecienta la energía de la voluntad.

La esencia del arte representa un  caso aplicado a mil, ya que lo que se propone con las representaciones cuidadosas llevadas a lo más íntimo del individuo, es revelar la idea de su especie.

Toda obra orientada a un fin humano, todo utensilio o edificio, debería tener algún parecido con la naturaleza para ser bella. Eso se reconoció desde la antigüedad. El error fue creer que la semejanza debía ser inmediata, directa y existir en todas  las formas: las columnas no tiene por qué parecer árboles, ni las vasijas cálices de flores.

Los utensilios y edificios no deben imitar a la naturaleza, deben estar hechos según el espíritu de ella.

La arquitectura gótica debe su aspecto misterioso y apocalíptico a los adornos inútiles y a que les atribuimos un fin desconocido para nosotros.

Los dones poéticos son para los días festivos y no para los destinados al trabajo.

El filósofo no puede ejercer otra profesión que la filosofía, puesto que ganar dinero con ella tiene desventajas posteriores. Por eso, los antiguos consideraron sofistas a los quienes se ganaban la vida como filósofos.

Tenemos clásicos desde la antigüedad, genios cuyas obras escritas atravesaron los milenios sin disminuir su brillo. Ello se debe a que entre esa gente, escribir libros no era un modo de ganar dinero. También deducimos de esto que no existen clásicos malos, porque cuando el genio se desvanecía, estos autores no seguían llevando obras al mercado con el fin de lucrar, como hacen hoy hasta los mejores hombres.

La obra del filósofo no proporciona entretenimiento sino instrucción. Al mismo tiempo exige conocimientos anteriores y esfuerzos por parte del lector, por eso no tiene tanto público y su gloria es más larga que ancha.

La ópera no es un acto artístico puro, sino una idea bárbara de elevar el placer estético acumulando medios, sensaciones diversas, reforzando el efecto mediante el aumento de masas y fuerzas actuantes.

Podría decirse de la ópera que es un intento antimusical en beneficio de espíritus antimusicales para quienes la música tiene que oscurecerse por un medio extraño: la superposición de una historia amorosa insulsa como una sopa sin sustancia.

Cuando escucho música mi  imaginación juega con la idea de que mi vida y la de los demás, son sólo sueños de un espíritu  eterno, buenos o malos, y cada muerte es un despertar.

Los bailes están más dirigidos a la lujuria que al placer estético.

El vodevil se parece a un hombre que se jacta de usar atuendos que compró a un ropavejero.

La novela es noble y elevada cuando tiene más vida interior que representaciones del exterior.

Cuando un hombre se da cuenta de sus imperfecciones morales, cuando las detesta, cuando se obliga a corregirlas, se da cuenta de que jamás lo logra por completo.

Si se intenta corregir defectos de carácter de un hombre, con sermones y discursos morales, se incurre en una quimera similar a la de querer convertir el plomo en oro.

(…) Pero el origen de todas esas guerras es uno solo: el afán de robar.

Clío, la musa de la historia, está tan llena de mentira como una prostituta de la calle puede estar infectada de sífilis.

Los diarios son el segundero de la historia y como todos los segunderos, no sólo están hechos de un material peor, sino que casi siempre marchan mal.

El mérito espiritual  tiene dos desgracias: esperar que lo alabe gente que produce lo malo y recibir dinero de manos del juicio humano, que los hombres poseen en la misma proporción que un castrado tiene posibilidades de procrear.

Un cuadro al óleo es distinto si se lo ve en un rincón oscuro o cuando el sol lo ilumina; también es diferente la impresión de la misma obra según el valor del cerebro que la examina.

Sólo los cerebros privilegiados disfrutan verdaderamente la obra de un genio, pero para que las reconozcan cuando aún no tiene autoridad será necesario que esos cerebros cuenten, además, con un espíritu superior.

Cuando los mediocres notan en cualquier aspecto del conocimiento a alguien sobresaliente, hacen el esfuerzo de ocultarlo, de impedirle trascender oponerse de manifiesto.

En general, la cantidad y calidad del público de una obra son inversamente proporcionales.

Para defenderse de la envidia se inventó la modestia

Con frecuencia, la envidia desacredita lo bueno por medio de la alabanza deshonesta.

Los hombres sienten una gran atracción por unos pechos redondos y bien formados porque los hallan en directa relación con la función reproductora femenina, y prometen buen alimento al recién nacido (…) eso no lo sabe la inteligencia, sino el instinto.

Las cualidades intelectuales del varón  no atraen a la mujer, porque no son transmitidas al hijo.

Las madres instruidas perciben por medio de su experiencia el valor de lo intelectual y hacen aprender a su hijas bellas artes, idiomas, etc., para volverlas atractivas a sus maridos. Su intención es ayudar a la inteligencia por medios artificiales, de modo similar a los que se usan para desarrollar caderas y pechos.

Los hombres son indiferentes entre sí. Las mujeres son enemigas por naturaleza. El hombre rivaliza tan sólo en su oficio. Las mujeres, como tiene un mismo oficio, cada vez que se cruzan en la calle se miran como güelfos y gibelinos.

El gran negocio de la vida femenina son las relaciones sexuales.

Las ventajas concedidas por la monogamia, o las leyes que derivan de esta, proclaman a la mujer igual al hombre; como consecuencia, los más sensatos y cautos suelen vacilar antes de dejarse llevar a un sacrificio tan desmesurado, a un pacto tan desigual.

La muerte es (…) la destrucción violenta del error fundamental de nuestro ser, el gran desengaño.

Si la existencia no tiene como fin inmediato el dolor, se puede decir que no tiene razón de ser.

Así como las ovejas se alimentan en la pradera mientras el matarife selecciona en medio del rebaño, nosotros ignoramos, durante los días felices, el desastre que se prepara, la enfermedad, la ruina, la mutilación, la ceguera, etcétera.

La vida del hombre es una permanente lucha contra males abstractos como la miseria o el hastío, y contra los demás hombres. En cualquier sitio hay un adversario. La vida es una guerra sin tregua y morimos con las armas en la mano.

“(…) los niños son inocentes condenados, no a muerte sino a vida, que no conocen todavía el contenido de su existencia. Eso no evita que cada uno desee para sí llegar a una edad avanzada, lo cual es un estado factible de describirse de este modo: ‘el día de hoy es malo, y cada día será más malo, hasta que llegue el peor.’”

Si una persona sobrevivió a dos o tres generaciones, estará con el mismo ánimo de aquel que mira en una feria la repetición de farsas de títeres. Esto se debe a que las cosas estaban calculadas para una sola representación, porque una vez que se desvanecen la ilusión y la novedad, ya no producen efecto.

El mundo es el infierno y los hombres se dividen en almas atormentadas y demonios atormentadores.

Tal vez digan que mi filosofía no tiene consuelo, y es porque digo la verdad, mientras que a la gente le gusta oír que “Dios nuestro Señor ha hecho bien todo lo que hizo.” Entonces digo, ¡vayan a la iglesia y dejen en paz a los filósofos!

Un Dios como Jehová produce alegremente y por capricho un mundo miserable de lamentaciones, y todavía se felicita por ello. ¡Es demasiado!

Brahma produjo el mundo por una especie de pecado o extravío y se queda en él para expiar ese pecado hasta redimirse.

Si al mundo lo hizo Dios, no quiero ser Dios. La miseria del mundo me lastimaría el corazón.

Si al mundo lo hizo un demonio, tenemos derecho a increparle mientras le mostramos su creación: “¿Cómo te atreviste a interrumpir el sagrado reposo de la nada tan solo para hacer brotar semejante cantidad de penas y angustias?”
  
La religión judía es inferior a las doctrinas de pueblos civilizados, también es la única que no tiene huella alguna de inmortalidad.

Los judíos se dicen elegidos de Dios. Tal vez, pero los gustos difieren, porque no son mi pueblo elegido.

La vida es una continua mentira, tanto en las cosas grandes como en las pequeñas. Si prometió no cumple, a menos que desee demostrarnos  lo poco agradable que era lo apetecido.

Al final es necesario que la muerte gane la partida. Le pertenecemos por haber nacido y no hace otra cosa que jugar con su presa antes de devorarla.

Sin embargo el hastío es un  mal despreciable. Hace que los hombres que se aman poco entre sí, se busquen unos a  otros; es la fuente del instinto social.

En la vida cotidiana, el domingo es seudónimo de aburrimiento, y los seis días de la semana, de miseria.

La vida del hombre va y viene como un péndulo, del dolor al hastío. Esos son sus dos extremos últimos. Los hombres lo expresan de modo extraño. Primero hicieron que el infierno fuera la morada de los tormentos y sufrimientos, y ¿qué le dejaron al cielo?, exactamente el aburrimiento.

Aburridos, tenemos la noción del tiempo, distraídos no. Tal es la prueba de que nuestra existencia es más feliz cuanto menos la sentimos, de esto se deduce que más valdría librarnos de ella.

Me piden que abra los ojos y vea la belleza del mundo, la luz del sol, las montañas, sus valles, los arroyos, las plantas, los animales y muchas cosas más. Pero ¿acaso el mundo no es más que una linterna mágica? El espectáculo resulta bello de ver, pero eso de tener algún papel allí, es una cosa muy distinta.

El verdadero sentido de la tragedia está en que las faltas que debe expiar el héroe no son suyas, sino hereditarias; es decir, se incluyen en el delito de existir.

Los médicos ven a los hombres en toda su debilidad, el juez en toda su perversión y el teólogo en toda su necedad.

Antes de morir deseo hacer una confesión: desprecio a Alemania por su infinita necedad y me da vergüenza ser parte de ella.