24 noviembre, 2008

Función de asombros*

Cuando hayas concluido la lectura de esta entrega, los colaboradores de Imaginería habrán logrado un extraordinario desplazamiento en tu manera de percibir el ciertamente inagotable mundo de la representación escénica con muñecos. Entonces una función de títeres será una ocasión de maravilla mucho más allá de lo que hasta hoy ha sido para ti. Las marionetas invadirán tu experiencia vital, y habrán de constituirse en motivo de reflexión, asombro, miedo y reconsideración de la capacidad del hombre para potencializar el papel del arte hasta unos límites difíciles de concebir. Bienvenido, lector privilegiado, a este universo de significaciones antropológicas, síquicas, éticas, estéticas y políticas donde la hechicería no es uno de sus menos temibles ingredientes.
Leo Castillo





Traducción: Leo Castillo




Quijote,Capítulo XXVI
DONDE SE PROSIGUE LA GACIOSA AVENTURA DEL TITIRITERO, CON OTRAS COSAS EN VERDAD HARTO BUENAS
Callaron todos, tirios y troyanos;quiero decir, pendientes estaban todos los que el retablo miraban de la boca del declarador de sus maravillas, cuando se oyeron sonar en el ratablo cantidad de atabales y trompetas, y dispararse mucha artillería, cuyo rumor pasó en tiempo breve,y luego alzó la voz el muchacho, y dijo: -Esta verdadera historia que aquí a vuesas mercedes se representa es sacada al pie de la letra de las crónicas francesas y de los romances españoles que andan en boca de las gentes, y de los muchachos, por esas calles. Trata de la libertad que dio el señor don Gaiferos a su esposa Melisendra, que estaba cautiva en España, en poder de los moros,en la ciudad de Sansueña, que así se llamaba entonces la que hoy se llama Zaragoza; y vean vuesas mercedes allí cómo está jugando a las tablas don Gaiferos,según aquello que se canta: "Jugando está a las tablas don Gaiferos, que ya de Melisendra está olvidado." Y aquel personaje que allí asoma con corona en la cabeza y cetro en las manos es el emperador Carlomagno, padre putativo de la tal Melisendra, el cual, mohíno de ver el ocio y descuido de su yerno, le sale a reñir; y adviertan con la vehemencia y ahínco que le riñe, que no parece sino que le quiere dar con el cetro media docena de coscorrones, y aun hay autores que dicen que se los dio, y muy bien dados; y después de haberle dicho muchas cosas acerca del peligro que corría su honra en no procurar la libertad de su esposa,dicen que le dijo: "Harto os he dicho:miradlo." Miren vuesas mercedes también cómo el emperador vuelve las espaldas y deja despechado a don Gaiferos, el cual ya ven cómo arroja, impaciente de la cólera, lejos de sí el tablero y las tablas, y pide aprisa las armas, y a don Roldán, su primo, pide prestada su espada Durindana, y cómo don Roldán no se la quiere prestar, ofreciéndole su compañía en la difícil empresa en que se pone; pero el valeroso enojado no lo quiere aceptar; antes dice que él solo es bastante para sacar a su esposa, si bien estuviese metida en el más hondo centro de la tierra; y con esto, se entra a armar, para ponerse luego en camino. Vuelvan vuesas mercedes los ojos a aquella torre que allí parece, que se presupone que es una de las torres del alcázar de Zaragoza, que ahora llaman la Aljafería; y aquella dama que en aquel balcón parece, vestida a lo moro es la sin par Melisendra, que desde allí muchas veces se ponía a mirar el camino de Francia, y puesta la imaginacion en París y en su esposo, se consolaba en su cautiverio. Miren también un nuevo caso que ahora sucede, quizá no visto jamás. ¿No ven aquel moro que callandico y pasito a paso, puesto el dedo en la boca, se llega por las espaldas de Melisendra? Pues miren cómo la da un beso en mitad de los labios, y la prisa que ella se da a escupir, limpiárselos con la blanca manga de su camisa, y cómo se lamenta, y se arranca de pesar sus hermosos cabellos, como si ellos tuvieran la culpa del maleficio. Miren también cómo aquel grave moro que está en aquellos corredores es el rey Marsilio de Sansueña; el cual , por haber visto la insolencia del moro, puesto que era un pariente y gran privado suyo, le mandó luego prender, y que le den doscientos azotes, llevándole por las calles acostumbrada de la ciudad,

"Con chilladores delante
y envaramiento detrás";

y veis aquí donde salen a ejecutar la sentencia, aun bien apenas no habiendo sido puesta en ejecución la culpa;porque entre moros no hay "traslado a la parte", "a prueba y estése", como entre nosotros.
-Niño, niño- dijo con voz alta a esta sazón Don Quijote-, seguid vuestra historia línea recta, y no os metáis en las curvas o transversales; que para sacar una verdad en limpio menester son muchas pruebas y repruebas.
Tambíén dijo maese Pedro desde dentro:
-Muchacho, no te metas en dibujos, sino haz lo que ese señor te manda, que será lo más acertado; sigue tu canto llano, y no te metas en contrapuntos, que se suelen quebrar de sutiles.
-Yo lo haré así- respondió el muchacho, y prosiguió, diciendo- :Esta figura que aquí parece a caballo, cubierta con una capa gascona, es la misma de don Gaiferos;aquí su esposa,ya vengada del atrevimiento del enamorado moro,con mejor y más sosegado semblante,se ha puesto a los miradores de la torre,y habla con su esposo,creyendo que es algún pasajero con quien pasó todas aquellas razones y coloquios de aquel romance que dicen:

"Cabellero,si a Francia ides,
por Gaiferos preguntad";

las cuales no digo yo ahora,porque de la prolijidad se suele engendrar el fastidio; basta con ver cómo don Gaiferos se descubre, y que por los ademanes alegres que Melisendra hace se nos da a entender que ella le ha conocido, y más ahora que vemos se descuelga del balcón, para ponerse en las ancas del caballo de su buen esposo. Mas, ¡ay, sin ventura!, que se le ha asido una punta del faldellín de uno de los hierros del balcón, y está pendiente en el aire, sin poder llegar al suelo. Pero veis cómo el piadoso cielo socorre en las mayores necesidades, pues llega don Gaiferos, y sin mirar si se rasga o no el rico faldellín, ase de ella, y mal de su grado la hace bajar al suelo, y luego, de un brinco, la pone sobre las ancas de su caballo, a horcajadas como hombre, y la manda que se tenga fuertemente y le eche los brazos por las espaldas, de modo que los cruce en el pecho, porque no se caiga, a causa que no estaba la señora Melisendra acostumbrada a semejantes caballerías. Veis también cómo los relinchos del caballo dan señales que va contento con la valiente y hermosa carga que lleva en su señor y en su señora. Veis cómo vuelven las espaldas y salen de la ciudad, y alegres y regocijados toman de París la vía.Vais en paz, ¡oh, sin par de verdaderos amantes! ¡Lleguéis a salvamento a vuestra deseada patria, sin que la fortuna ponga estorbo en vuestro feliz viaje! ¡Los ojos de vuestros amigos y parientes os vean gozar en paz tranquila los días- que los de Nestor sean- que os quedan de la vida!
Aquí alzó la voz otra vez maese Pedro, y dijo:
-Llaneza, muchacho; no te encumbres, que toda afectación es mala.
No respondió nada el intérprete;antes prosiguió, diciendo:
-No faltaron algunos ociosos ojos, que lo suelen ver todo,q ue no viesen la bajada y la subida de Melisendra, de quien dieron noticia al rey Marsilio, el cual mandó luego tocar al arma; y miren con qué prisa, que ya la ciudad se hunde con el son de las campanas, que en todas las torres de las mezquitas suenan.
-¡Eso,no!-dijo a esta sazón Don Quijote-. En esto de las campanas anda muy impropio maese Pedro, porque entre moros no se usan campanas, sino atabales, y un género de dulzainas que parecen nuestras chirimías;y esto de sonar campanas en Sensueña sin duda que es un gran disparate.
Lo cual oído por maese Pedro,cesó el tocar,y dijo:
-No mire vuesa merced en niñerías, señor Don Quijote,ni quiera llevar las cosas tan por el cabo, que no se le halle. ¿No se representan por ahí, casi de ordinario, mil comedias llenas de mil impropiedades y disparates, y, con todo eso,c orren felicísimamente su carrera y se escuchan no sólo con aplauso, sino con admiración y todo? Prosigue, muchacho y deja decir; que como yo llene mi talego, siquiera represente más impropiedades que tiene átomos el sol.
-Así es la verdad- replicó Don Quijote.
Y el muchacho dijo:
-Miren cuánta y cuán lucida caballería sale de la ciudad en seguimiento de los dos católicos amantes;cuántas trompetas que suenan,cuántas dulzainas que tocan y cuántos atabales y tambores que retumban. Témome que los han de alcanzar, y los han de volver atados a la cola de su mismo caballo,que sería un horrendo espectáculo.
Viendo y oyendo, pues, tanta morisma y tanto estruendo Don Quijote, parecióle bien dar ayuda a los que huían, y levantándose en pie, en voz alta dijo:
-No consentiré yo que en mis días y en mi presencia se le haga superchería a tan famoso caballero y a tan atrevido enamorado como don Gaiferos. ¡Deteneos,mal nacida canalla; no le sigáis ni persigáis; si no, conmigo sois en batalla!
Y diciendo y haciendo, desenvainó la espada, y de un brinco se puso junto al retablo, y con acelerada y nunca vista furia comenzó a llover cuchilladas sobre la titerera morisma, derribando a unos, descabezando a otros, estropeando a éste, destrozando a aquél, y, entre otros muchos, tiró un altibajo tal, que si maese Pedro no se abaja, se encoge y agazapa, le cercenara la cabeza con más facilidad que si fuera hecha de mazapán. Daba voces maese Pedro, diciendo:
-Deténgase vuesa merced, señor Don Quijote; y advierta que éstos que derriba, destroza y mata no son verdaderos moros, sino unas figurillas de pasta. Mire, ¡pecador de mí!, que me destruye, y echa a perder toda mi hacienda.
Mas no por esto dejaba de menudear Don Quijote cuchilladas, mandobles, tajos y reveses como llovidos. Finalmente,en menos de dos credos dio con todo el retablo en el suelo, hechas pedazos y desmenuzadas las jarcias y figuras; el rey Marsilio, mal herido; y el emperador Carlomagno, partida la corona y la cabeza en dos partes. Alborotóse el senado de los oyentes, huyóse el mono por los tejados de la ventana, temió el primo, acobardóse el paje, y hasta el mismo Sancho Panza tuvo pavor grandísimo, porque,como él juró después de pasada la borrasca, jamás había visto a su señor con
tan desatinada cólera.
Cervantes, Don Quijote de la Mancha, Alba Libros, S.L., Madrid, 1996.
El titiritero
De aldea en aldea
el viento lo lleva
siguiendo el sendero,
su patria es el mundo,
como un vagabundo va el titiritero.
Viene de muy lejos,
cruzando los viejos caminos de piedra.
Es de aquella raza que de plaza en plaza,
nos canta su pena.
¡Allez hop!
¡Titiritero, allez hop!
de feria en feria.
Siempre risueño,
canta sus sueños y sus miserias.
Vacía su alforja
de sueños que forja
en su andar tan largo.
Nos baja una estrella
que borra la huella
de un recuerdo amargo.
Canta su romanza
al son de una danza
híbrida y extraña, para que el aldeano
le llene la mano con lo poco que haya.
¡Allez hop!
¡Titiritero, allez hop!
de feria en feria.
Siempre risueño,
canta sus sueños y sus miserias.
Y al caer la noche
en el viejo coche
guardará los chismes,
y tal como vino
sigue su camino solitario y triste.
Y quizá mañana,
por esa ventana
que muestra el sendero
nos llegue su queja
mientras que se aleja
el titiritero.
Joan Manuel Serrat

*Debido a particulares referidos a trámites, el texto eje de esta entrga lo he retirado provisionalmente. - Stanislas Valois Aragon.


03 noviembre, 2008

Del Libro de las maravillas

Con cierta frecuencia no menos embustero que un niño o novelista, micer Marco Polo, tan imaginativo como el Dante, preso en la cárcel de Génova "y no gustándole permanecer ocioso", dictó a un amanuense, Rustichello de Pisa, compañero suyo de prisión y tan aficionado como Alonso Quijano a los libros de caballería, el año de 1298 unas cuatrocientas cincuenta páginas en que daría cuenta "del viaje más maravilloso jamás contado". Había nacido en 1254 y embarcado con su padre Niccolo y su tio Maffeo en Venecia, su patria, a la sazón suprema potencia económica y militar de occidente, amén de "instigadora de la gran piratería de ese siglo que fue la cuarta Cruzada", el año 1271.
Salvo lo que podamos entre sacar de la relación dicha, contada por demás en calidad de testigo, exenta de alusiones personales, casi nada más sabemos del viajero, bien que no es extraño hallar su nombre en las crónicas chinas de la época; pero la investigacón poliana actualmente surte la referencia a más de quince Polo distintos, al punto que su nombre sigue figurando con distintos cargos como, entre otros, presidente del Consejo de Guerra, presidente del departamento de agricultura, virrey de una de las doce provincias chinas todavía después de su regreso a Venecia. Se sabe, sí, que en 1307 ofreció una copia de su libro a un agente de Carlos de Valois, hermano del rey de Francia, y que, acabado el viaje y establecido en Venecia, casó con una tal Donata, de quien tuvo tres hijas, a saber, Bellela, Marietta y Fantina.
En cuanto al panorama cultural, La Chanson de Roland, el Cantar de Mío Cid y los picantísimos fabliaux se habían consagrado como monumentos de las llamadas lenguas romances, con que se estaba abandonando al latín como lengua escrita. Así, Le divisament du monde (este Libro de de las maravillas) fue escrito en occitano. La Edad Media ya da sus frutos resurgiendo Europa con renovados bríos entre las ruinas del imperio romano, con acentos característicos, novedades formales y de contenidos, otras preocupaciones. En España, se entronizan la lengua de Castilla como el idioma español, el toscano como italiano en la patria de Ariosto, la lengua de oil como francés.
Y con esto dejamos, lector, en tus manos esta muestra de uno de los más célebres monumentos de la cultura universal, herencia de la alta Edad Media, revelación a una Europa estupefacta de la riqueza y complejidad de Asia y Lejano Oriente; extrañamiento, maravilla o bien horror de sociedades que aún hoy resultan tan exóticas o terribles como estancias asimilables al otro mundo, ese de la Comedia del Dante.

Stanislas Valois Aragon
CLXXXI.-Donde se habla del reino de Colium
Y os digo que reina tan gran calor en esta comarca y que el sol es tan caluroso, que apenas se puede soportar. Porque os aseguro que el agua es tan caliente que, si ponéis un huevo en un río cuando el sol irradia a pleno sobre él, se cocería antes de que os hayáis ido muy lejos.


CXX.-Donde todavía se habla de la gran provincia de Caragián
Y os digo además otra cosa, muy vergonzosa y horrible, que hacían antes de que los conquistara el Gran Can. Si sucedía que un hombre de buena ley y buen aspecto, o algún otro que tenía buena sombra, iba a alojarse en casa de alguien de esta provincia, lo mataban por la noche, bien mediante veneno, bien mediante otra cosa hasta que moría. Más no supongáis que era para cogerle su dinero, o por algún odio que tuviesen contra él; lo hacían para que el alma de aquel noble extranjero no abandonase nunca la casa, porque decían que su buena suerte y el buen augurio que llevaba se quedarían en la casa después de su muerte, con lo que tendrían mucha suerte. Y todos se consideraban benditos si podían atrapar de este modo el alma de alguna persona; y cuanto más noble era y mejor apariencia tenía, más envidiables y felices se estimaban en todos sus asuntos. Por este motivo mataban bastante antes de que el Gran Can los conquistase. Pero una vez que los hubo conquistado, hace unos treinta y cinco años, les arrancó esta maldita costumbre: gracias a los terribles castigos que les ha infligido, no hacen ya esa cosa infame porque tienen miedo del Gran Señor, que no la permite hacer.


CXXI.-Donde se habla de la gran provincia de Çardandán
(...) En esta provincia existe la costumbre de que, cuando las mujeres han dado a luz y han tenido un niño, lo lavan y lo envuelven en telas; y el varón de la dama se mete en la cama cuarenta días sin levantarse, salvo para sus necesidades. Y todos los amigos y parientes van a verlo; y se quedan con él y le festejan y hablan mucho. Y esto lo hacen porque dicen que la mujer ha soportado grandes fatigas llevando al niño en su vientre durante nueve meses y dándole a luz, tanto que el marido también debe tener su parte en los esfuerzos, y pr eso, según dicen, ella no debe sufrir más en todo ese término de cuarenta días, excepto para darle de beber. Y la mujer, tan pronto como ha dado a luz, se levanta de la cama y hace las tareas de la casa, y sirve a su barón de comer y de beber en la cama, igual que si fuera él quien hubiera traído el niño al mundo.


CLVI.-Donde se habla del reino de Fugiú
Hay todavía otra cosa: sabed que comen de todas las cosas brutas y de toda especie de carne, porque comen también la carne humana muy gustosamente, con tal que no haya muerto de muerte natural. Pero a los que han muerto por el hierro o de otra manera los comen enteros y la consideran carne muy buena. Los hombres que van a los ejércitos (...) llevan lanzas y espadas, y son los hombres más crueles del mundo. Porque os aseguro que van siempre matando hombres,y cuando los matan, primero les beben la sangre, luego los comen enteros; durante todo el día no piensan más que en salir a matar hombres para beberles la sangre y comer su carne.


XCVI.-Donde se habla de la ciudad de Cambaluc, de cómo tiene gran comercio y está llena de gentes
Y también os digo otra cosa. Dentro de la ciudad no se atrevería a vivir ninguna pecadora, es decir, las mujeres públicas que prestan sus servicios a los hombres por dinero, todas ellas viven en los arrabales. Y sabed que hay tan gran multitud de ellas que nadie podría creerlo, y os digo que son por lo menos veinte mil, que todas sirven a los hombres por dinero, y que todas sacan su subsistencia de ello. Y os digo también que hay tantas debido al gran número de extranjeros y de mercaderes que a la ciudad van y llegan cada día. Tienen un capitán general, y hay un jefe por cada centena y por cada millar, que son responsables ante el general. Y la razón por la que estas mujeres tienen un capitán es la siguiente: cuando los embajadores van en busca del Gran Can para sus asuntos, y se alojan a su costa -lo que se les asegura de la menera más satisfactoria-, ese capitán está para proporcionar a los citados embajadores y a todos los de su séquito una ramera cada noche, que cambia todas las noches, y a la que no se paga porque ése es el impuesto que pagan ellas al Gran Can. Ya podéis ver si hay gran abundancia de gentes en Cambaluc, pues las mujeres mundanas son tan numerosas como es he dicho.


CXVI.-Donde se habla de la provincia de Tebet
(...) Tened por cierto que, en este país, por nada del mundo tomaría un hombre por mujer a una doncella, diciendo que no vale nada si no está acostumbrada a acostarse con muchos hombres. Y de una mujer o muchacha que aún no ha sido conocida por ningún hombre, dicen que está mal vista por los dioses; por eso los hombres no se preocupan de ella y la evitan, mientras que las que están bien vistas por sus ídolos, los hombres las desean y las aman. Y vais a ver cómo se casan. Cuando gentes que llegan de alguna otra región del país pasan por esta comarca, y han plantado su tienda junto a un caserío o una aldea, o algún otro lugar habitado, porque no se atreverían a alojarse entre sus habitantes, pues les desagrada, entonces las ancianas de la población o del caserío que tienen hijas por casar las llevan, y a veces son veinte, o treinta o cuarenta; las proponen a los hombres a cuál mejor, suplicándoles que tomen a su hija y se la queden durante el tiempo que permanezcan allí. Y se las dan a esos hombres para que hagan con ellas lo que quieran y se acuesten con ellas. Y son las mujeres jóvenes las que más éxito tienen; los extranjeros las elijen y se divierten con ellas y las conservan todo el tiempo que quieren; y las demás, se vuelven a casa muy apesadumbradas. Pero no podrían llevarse ninguna a su país, ni hacia adelante ni hacia atrás. Y cuando los hombres han hecho lo que les ha dado la gana con ellas, y quieren proseguir camino, suelen dar alguna cosa, una joya, o un anillo, una medalla, a las muchachas con quienes se han divertido; porque así, cuando se casen, podrán presesntar la prueba de que han sido amadas y han tenido amantes. Por eso, es costumbre que cada doncella lleve al cuello más de veinte baratijas o medallas,para mostrar que muchos amantes y hombres han tenido que ver con ella. Cuando una niña ha conseguido una medalla, se la cuelga al cuello y va toda contenta con su regalo; sus padres la reciben con alegría y honor, y es muy feliz la que ha recibido más presentes del mayor número de extranjeros. A ésta la tiene en gran estima y la desposan de buen grado, diciendoque es más que las demás en el amor de los dioses. No podrían ofrecer a su esposo dote más rica que todos estos presentes recibidos de los viajeros. A la celebración de las nupcias, presentan a cada uno sus medallas y regalos. Por lo que se refiere a la que queda encinta, el hijo es educado por el que se casa con ella, y hereda en la casa lo mismo que todos los demás nacidos luego. Pero, atención, una vez que han tomado una mujer de esta forma, la estiman mucho y les parecería abominable que uno de ellos se permitiera tocar a la mujer de otro, y todos se abstienen con muchísimo cuidado de ello.


LXX.-Donde se habla de dios de los tártaros y de su ley
Y también os diré otra costumbre maravillosa que tienen y que he olvidado describiros. Tened por cierto que, cuando hay dos hombres, uno de los cuales tuvo un hijo que está muerto -y puede estar muerto hace cuatro años- y otro que tuvo una hija,muerta también antes de la edad núbil, casan a los dos difuntos, cuando llega la edad en que el muchacho habría de tomar mujer. Dan por mujer al muchacho muerto la muchacha muerta, y hacen levantar acta. Luego un necromántico arroja el acta al fuego y la quema, y, viendo subir el humo, dicen que va hasta sus hijos en el otro mundo y les anuncia su matrimonio, y que desde entonces el muchacho muerto y la muchacha muerta en el otro mundo lo saben y se consideran marido y mujer. Entonces hacen una gran boda, y derraman un poco de comida acá y allá,diciendo que va a parar a sus hijos en el otro mundo y que la joven esposa y el joven marido han recibido su parte del festín. Y tras hacer dos imágenes,una en forma de muchacha, otra en forma de muchacho, las ponen en un carromato lo más bellamente adornado que pueden. Tirado por caballos, el vehículo pasea estas dos imágenes con gran regocijo y alborozo, por todos los alrededores, luego lo llevan hasta el fuego y mandan quemar las dos imágenes, con grandes plegarias suplican a sus dioses hacer que ese matrimonio sea tenido por feliz en el otro mundo. Pero también hacen otra cosa: hacen pinturas y retratos sobre papel, a semejanza de ciervos y caballos, otros animales, vestidos de toda clase, besantes, muebles y utensilios, y todo lo que los padres acuerdan dar en dote, sin hacerlo en efecto; luego hacen quemar esas imágenes y dicen que sus hijos tendrán todas esas cosas en el otro mundo. Hecho esto, los padres de cada uno de los dos muertos se consideran aliados y mantienen su alianza toda su vida, igual que si vivieran sus hijos muertos.


CV.-De cómo el Gran Can hace gran caridad con sus súbditos pobres
(...) Y debe saberse que los tártaros, según su primera costumbre, antes de que conociesen la ley de los ídolos, no hacían limosna. Porque si algún pobre venía a ellos, le expulsaban con insultos diciéndole:
- ¡Vete con la mala suerte que Dios te ha dado! Porque,s i te hubiera amado como me ama, te habría hecho bien.
(...) Y no quiero dejar de hablaros del orden y de las maneras que el pueblo y los barones del Gran Can observan cuando se presentan ante él. Ante todo, las gentes están humildemente, tranquilas y quietas a media milla del lugar en que está el Gran Can, por respeto de su excelencia, para que no se oiga ni ruido, ni bulla, ni voz de persona hablando ruidosamente o gritando. Todo barón o noble lleva siempre un hermoso vasito donde escupe si está en la sala, porque nadie tendría el descaro de escupir en la sala; y cuando ha escupido, lo tapa y guarda.

CLXX.-Donde se habla del reino de Lambri
(...) Y también os contaré una cosa que os maravillará. Porque os digo como verdad que en este reino hay hombres que tienen una cola de más de un palmo de longitud,y no son peludos. Los que son así son los más numerosos, y viven lejos, en las montañas, y no en las ciudades. Su cola es gruesa como la de un perro.

LXXXVI.-De como el Gran Can se hace guardar por doce mil hombres a caballo
(...) También hay ciertos barones que tienen a su cargo colocar correctamente a los extranjeros que están de paso y no conocen las costumbres de la corte; y estos barones van sin cesar de aquí para allá por la sala, preguntando a los que están sentados a la mesa si necesitan algo; y si alguien quiere vino, leche, viandas u otra cosa, se lo envían inmediatamente con los servidores. En cada puerta de la sala,o en cualquier otra en que el pueda estar, hay dos altos muchachotes parecidos a gigantes, uno a un lado, otro al otro, con una vara en la mano; y es porque está prohibido tocar el umbral de la puerta: hay que pasar el pie al otro lado. Y a quien lo toca por accidente, esos guardias le quitan los vestidos, y si los quiere recuperar, debe rescatarlos; y si no le quitan sus vestidos, le dan tantos golpes como está prescrito. Pero como los extranjeros no conocen la regla, hay ciertos barones encargados de introducirles y de advertirles la regla. Se hace así porque si alguien toca el umbral, es mal presagio. Sin embargo, para salir, como algunos están borrachos y no pueden guiarse, no se exige pena ninguna.

XXI.-Donde se habla de la provincia de Turcomania
(...) Estos tártaros no se preocupan por saber que dios es el adorado en sus territorios.Sólo con que todos sean fieles al señor Kaán y obedientes, y con que paguen el tributo fijado, y con que se mantengan en justicia, de su alma pueden hacer lo que les plazca. No obstante, no quieren que murmuréis de su alma, ni que dejéis de ayudarles en sus empresas. Y haced lo que queráis con vuestra alma y Dios, ya seáis judío, pagano, sarraceno o cristiano que vive entre los tártaros. Desde luego en Tartaria reconocen que Cristo es Señor, pero dicen que es señor orgulloso, porque no quiere ir a la par de los demás dioses, sino ser Dios por encima de los demás del mundo.

CLIII.-Donde se habla de la noble y magnífica ciudad de Quinsai
(...) por cólera y pesar se dan a menudo muerte. Porque si ocurre que uno de ellos ha dado un golpe a algún otro, o le tira de los cabellos, o le ha hecho alguna herida o algún mal, y el ofensor es tan poderoso o importante que el desventurado no puede vengarse, la víctima se colgará ella misma, por exceso de pena, en la puerta de su ofensor, por la noche, y morirá allí haciéndole esta afrenta para gran reprobación y desprecio; y cuando el ofensor ha sido descubierto gracias al testimonio de los vecinos, lo condenan, para redimir su crimen, a asistir a la incineración, a honrar al muerto con instrumentos, servidores y otras cosas que hemos dicho, según su costumbre, y con gran festejo. Tal es la razón por la que el otro se ha ahorcado, a saber, que ese hombre rico y poderoso le honrará a su muerte, a fin de que él mismo sea así honrado en el otro mundo.
CLXXII.-Donde se habla de la isla de Necuverán
Cuando se parte de Java Menor y del reino de Lambri y se hacen hacia Tramontana aproximadamente ciento cicuenta millas, se encuentran dos islas, una de ellas, de la que quiero hablar, llamada Necuverán, y la otra Angamán. En esta isla no hay ni rey ni señor, sino que son como bestias salvajes. Y os digo que van completamente desnudos, tanto hombres como mujeres, y no se tapan con ninguna cosa.Tienen relaciones carnales como perros en la calle, donde estén, sin vergüenza ninguna, y no tienen respeto ni el padre por su hija ni el hijo por su madre, porque cada uno hace lo que quiere... y lo que puede. Es un pueblo sin ley y son idólatras.
CLXXV.-Donde se habla de la gran provincia de Maabar
(...) Y también os digo que hay otra costumbre, que voy a contaros. Poque sabed que el rey y sus varones,así como las demás gentes, se sientan en el suelo. Cuando se les preguntaba por qué lo hacen así y no se sientan más honorablemente, dijeron que sentarse en el suelo es una cosa bastante honorable, porque fuimos hechos de tierra y a la tierra debemos volver; nunca,por tanto, se podrá honrar suficientemente la tierra y nadie debe despreciarla.
(...) Por lo que concierne a las deudas, se observa entre ellos la ordenanza y la costumbre siguiente: si un deudor, convocado muchas veces por el prestador a que salde su deuda, lo pospone día tras día y no hace más que prometer, y si el prestamista puede atraparlo y encerrarlo en un círculo trazado a su alrededor, este deudor no saldrá del círculo antes de haber satisfecho al prestador, o de haberle hecho una papeleta o un bono apropiado gracias al cual quedará satisfecho el mismo día. Si el deudor insensato intenta salir del círculo con su deuda impagada o sin haber ofrecido una garantía por la que el prestador sea pagado el día mismo,será castigado con la pena de muerte como transgresor del derecho y de la justicia establecidos por el señor. Es lo que el citado micer Marco vio en la persona del rey, cuando se encontraba en este reino durante su viaje de regreso. Porque el rey mismo fue obligado a pagar a cierto mercader extranjero por ciertas cosas compradas a éste; aunque muchas veces rogado por el mercader, fijó una nueva fecha ulterior arguyendo dificultades; el mercader, viendo cuánto perjudicaba a sus asuntos la demora y encontándose dispuesto, un día que el rey cabalgaba alrededor de la plaza, encerró de golpe al rey y a su caballo en un círculo trazado en el suelo. Cuando el rey vio esto, no permitió seguir a su caballo, y no se movió del lugar hasta no haber quedado muy satisfecho el mercader.
(...) y el que bebe mucho vino no es admitido entre ellos como testigo o garante, lo mismo que el que navega por el mar.Porque, según dicen, el bebedor de vino y el que navega por el mar son deseperados que no temen la muerte; y por eso no los aceptan como testigos, y su testimonio no es válido.
(...) Y os digo que cuando un hombre va haciendo su camino por una vía, si le ocurre que oye a otro roncar o estornudar, se sienta inmediatamente en el camino y no sigue adelante. Pero,si el hombre estornuda de nuevo, le parece que es bueno para él; se levanta y sigue su camino; pero, si no estornuda más, le parece que no es bueno para él, y vuelve a su sitio, y muchas veces regresa hacia atrás, a casa, abandonando el viaje comenzado. Asimismo dicen que en cada día de la semana hay una hora desfavorable que llaman coiach, como el lunes la media de la tercia, el martes la tercia, el miércoles la hora de nona, y así sucesivamente para cada día del año; cosas todas que están escritas y precisadas en sus libros. Conocen las horas del día midiendo en pies la longitud de una sombra, a saber, la de un hombre puesto de pie; así pues,c uando tal día la sombra de un hombre llega a medir siete pies, entonces es la hora maldita, es decir, coiach; cuando la medida es superada, bien aumentando, bien disminuyendo, porque cuando el sol sube las sombras se recortan y cuando desciende se alargan, entonces ya no hay más coiach.Otro día, cuando la sombra tenga doce pies, entonces eso será coiach, y cuando esta medida sea superada, coiach habrá pasado también. Y tienen todo esto por escrito. Y debéis saber que durante estas horas se guardan de todo comercio y no hacen nada. Cuando dos hombres están comerciando juntos, alguien irá hasta la luz o hasta un rayo de sol y medirá la sombra, y si está en el límite de la hora de ese día, dice inmediatamente a los hombres:
-Es coiach, no hagáis nada. Y se detienen. Luego mide de nuevo, y cuando ve que la sombra ha pasado, dice:
-Coiach ha pasado, haced lo que queráis. Dominan perfectamente este cálculo, porque, según dicen, si alguien concluye un trato a esas horas, no prosperará jamás, sino que acarreará su desastre.
LIX.-Donde se habla de la provincia de Camul
(...) Si un extranjero que pasa por la región va a casa de uno de ellos para alojarse, el hombre se alegra mucho y le recibe con gran regocijo, y se toma todas las molestias del mundo para agradarle. Manda a su mujer, a sus hijas, a sus hermanas y a los demás parientes que hagan todo cuanto el extranjero desee, mejor que si se tratara de él mismo; se va de su casa, abandonando su esposa al extranjero, y se va a sus asuntos y permanece dos o tres días en su campo, o en otra parte, según desee. Y desde allí envía todo lo que su huésped desea, pero a cambio de pago, y no vuelve a su casa mientras el extranjero permanece en ella. Por tanto,el extranjero se queda en la casa con su mujer, y actúa a su capricho, acostándose con ella en una cama como si se tratara de su mujer, y se pasan mucho tiempo retozando. Y todos los de esta ciudad y provincia están muy deshonrados a causa de sus mujeres. Pero yo os digo que no sienten ninguna vergüenza (...) Y las mujeres son alegres, bonitas, juguetonas, y muy obedientes a todo lo que su marido les ordena, y les gusta mucho esa costumbre.
LXX.-Donde se habla del dios de los tártaros y de su ley
Ejercen la justicia de la forma que voy a describiros. Para un asesino no hay rescate. Por tanto, si un hombre ha herido con el hierro o con la espada, le haya alcanzado o no, o haya amenazado con ellos a otro, pierde su mano.
(...)Tened por cierto que, cuando un hombre ha robado alguna cosilla, por la que no debe morir, le condenan a ser apaleado. Entonces se le dan siete golpes de palo. Si ha robado dos cosas, diecisiete golpes; tres cosas, veitisiete golpes, luego treita y siete,c uarenta y siete y así sucesivamente, a veces hasta ciento siete, aumentando siempre de diez en diez por cada cosa robada. Y muchos mueren por esa paliza. Si un hombre ha robado quince bueyes, de forma que merece más de ciento siete golpes, o un caballo o cualquier otra cosa por la que deba perder la vida, es cortado en dos con una espada.
LXXV.-Donde se habla de la ciudad de Ciandú y del maravilloso palacio del Gran Can
Cuando llega el vigésimo octavo día de la luna del mes de agosto, el Gran Can deja todos los años esta ciudad de Ciandú y su palacio y os diré el motivo. Es cierto que tiene una remonta de caballos y de lleguas blancas como la nieve sin ningún otro color, y en gran número, incluso más de diez mil lleguas. Y además hay allí un gran número de vacas blanquísimas. Nadie se atrevería a beber la leche de estas lleguas, salvo el Gran Can y sus descendientes, aquellos que pertenecen al linaje del imperio. No obstante es cierto que hay otra clase de gentes de este país, llamadas Horit, que también pueden beberla. Cinghis Can les otorgó este honor y privilegio por una gran victoria que obtuveron antaño a su lado. Decidió que todos ellos y sus descendientes tuvieran el mismo alimento que el Gran Can y los de su raza. Por eso sólo estas dos familias viven de estos animales blancos, es decir, de la leche que les ordeñan. Y yo os digo que, cuando estos animales blancos van pastando por prados y bosques , y pasan por alguna ruta por donde un hombre desea pasar, les tienen gran reverencia, tanta, que no solamente el pueblo ordinario sino también un gran señor y barón no se atrevería por nada del mundo a pasar por medio del rebaño; porque espera a que hayan desfilado todos y se hayan alejado a buena distancia. Todo el mundo les cede el camino, y hacen todo cuanto pueden para agradarles, y, como os he dicho, los respetan como si se tratara de su propio amo.
CLXXIII.-Donde se habla de la provincia de Lar,donde han nacido todos los braamanes
(...) Y, cuando los otros hombres les preguntan por qué van desnudos y no tienen ninguna vergüenza en mostrar su miembro, dicen:
- Vamos desnudos porque no queremos nada de este mundo, porque vinimos a este mundo sin nigún vestido y desnudos, y si no tenemos vergüenza de mostrara nuestro miembro es porque con él no cometemos ningún pecado. Por eso no tenemos de él más vergüenza de la que tenéis vosotros cuando mostráis vuestras manos, vuestro rostro, o vuestros demás miembros que no cometen pecado de lujuria. Pero como vuestro miembro cometerá pecado y lujuria, lo lleváis cubierto y tenéis vergüenza. Nosotros no la tenemos más que por mostrar el dedo, porque con ellos no hacemos ningún pecado.
(...) Y también os diré otra cosa respecto a ellos; porque tienen sus regulares, que viven en los monasterios para servir a los ídolos. Y cuando se los nombra para un rango u oficio,se les prueba como voy a deciros. Cuando uno de entre ellos muere y alguien debe ser elegido en su lugar, lo conservan algún tiempo en su monasterio y le hacen llevar su vida. Luego hacen venir las doncellas que son ofrecidas al ídolo, y hacen que las doncellas toquen a este hombre que guarda los ídolos. Ellas le tocan aquí y allá por muchas partes del cuerpo, le abrazan y le besan, y le ponen en el mayor placer del mundo. Cuando este hombre es tocado así por las doncellas, si su miembro no cambia en nada sino que permanece como antes de que las doncellas le tocasen, es tenido entonces por bueno y puro, y le conservan con ellos en la Orden. Pero a otro al que las doncellas tocan, si su miembro se mueve y endereza, no lo conservan, sino que le expulsan inmediatamente de la compañía de los monjes, diciendo que no pueden tener a un hombre de tal lujuria.
Marco Polo
Libro de las maravillas
Traducción: Mauro Armiño
Grupo Anaya; Red Editorial Iberoamericana
Rei Andes, 4a. Edición, 1995